Oscuridad.
Oscuridad es todo cuanto puedo ver.
Mis manos están esposadas, o encadenadas, no estoy demasiado
segura. Lo único que sé es que algo resuena contra las hebras de una cadena
cuando me muevo, y aunque mis piernas están libres, no me sirve de mucho si no
soy capaz de ver un palmo más allá de mi rostro. Solo puedo fiarme de mis otros
sentidos, como mi oído, pero tan solo escucho agua cayendo gota a gota en el
suelo, supongo.
Parece que me encuentro en algún sitio cerrado, un sótano que
tiene moho de unos cuantos años y una tubería rota de la cual debe escaparse
esas gotas de agua que empiezan a desesperarme con su chapoteo.
Está muy mal ventilado, ese olor putrefacto va a matarme si
no lo hace antes quien sea que me haya traído a ese maldito lugar. No hay luz natural,
pero si es un sótano quizá tenga una luz que aún no consigo encender.
Toco con mis atadas manos la pared, que parece estar hecha
de madera y no de cemento como había pensado. Lentamente me levanto del frío
suelo, y me deslizo a la izquierda. Si me tropiezo, haré mucho ruido y
seguramente alguien descubra que estoy despierta y a saber qué me hará.
Al menos, me quiere viva. Eso es algo importante.
Mis manos chocan contra la tubería que emite el sonido. Piso
algo blando, quizá una almohada, y sigo mi camino. Respiro profundamente cuando
pateo algo metálico sobre todo el suelo, haciendo un chirrido terrible, pero
nadie viene. Al poco tiempo, logro encontrar un interruptor de palanca, que
levanto. La luz se hace, y aunque proviene de una bombilla mal puesta en el
techo, debo cerrar los ojos hasta acostumbrarme.
Esto es un sótano o un almacén, a juzgar por las mil cosas
que hay acumuladas de cualquier manera. Miro mis manos, y confirmo que estoy
encadenada y el objeto que chocaba contra las cadenas es un candado bastante
grueso. Intento rebuscar como puedo en el lugar, intentando hallar una llave o
algo que me pueda decir quién me tiene encadenada en este lugar.
No encuentro ninguna llave, ni siquiera algo para forzar la
cerradura. Tan solo objetos que yo misma podría tener en mi casa, y papeles en
blanco. Sin embargo, hay algunos escritos. Parecen… cartas.
Y el remitente está realmente enfadado.
“Idiota, como te atrevas a engañarme de nuevo te las verás
conmigo, gilipollas. Este maldito cheque no sirve, no me vuelvas a intentar
engañar, cabrón, o te juro que te mando para el otro lado a ti y a tu familia.”