#Origireto2019: Enero #1

Oscuridad

Oscuridad.

Oscuridad es todo cuanto puedo ver.

Mis manos están esposadas, o encadenadas, no estoy demasiado segura. Lo único que sé es que algo resuena contra las hebras de una cadena cuando me muevo, y aunque mis piernas están libres, no me sirve de mucho si no soy capaz de ver un palmo más allá de mi rostro. Solo puedo fiarme de mis otros sentidos, como mi oído, pero tan solo escucho agua cayendo gota a gota en el suelo, supongo. 

Parece que me encuentro en algún sitio cerrado, un sótano que tiene moho de unos cuantos años y una tubería rota de la cual debe escaparse esas gotas de agua que empiezan a desesperarme con su chapoteo.

Está muy mal ventilado, ese olor putrefacto va a matarme si no lo hace antes quien sea que me haya traído a ese maldito lugar. No hay luz natural, pero si es un sótano quizá tenga una luz que aún no consigo encender.

Toco con mis atadas manos la pared, que parece estar hecha de madera y no de cemento como había pensado. Lentamente me levanto del frío suelo, y me deslizo a la izquierda. Si me tropiezo, haré mucho ruido y seguramente alguien descubra que estoy despierta y a saber qué me hará.

Al menos, me quiere viva. Eso es algo importante.

Mis manos chocan contra la tubería que emite el sonido. Piso algo blando, quizá una almohada, y sigo mi camino. Respiro profundamente cuando pateo algo metálico sobre todo el suelo, haciendo un chirrido terrible, pero nadie viene. Al poco tiempo, logro encontrar un interruptor de palanca, que levanto. La luz se hace, y aunque proviene de una bombilla mal puesta en el techo, debo cerrar los ojos hasta acostumbrarme.

Esto es un sótano o un almacén, a juzgar por las mil cosas que hay acumuladas de cualquier manera. Miro mis manos, y confirmo que estoy encadenada y el objeto que chocaba contra las cadenas es un candado bastante grueso. Intento rebuscar como puedo en el lugar, intentando hallar una llave o algo que me pueda decir quién me tiene encadenada en este lugar.

No encuentro ninguna llave, ni siquiera algo para forzar la cerradura. Tan solo objetos que yo misma podría tener en mi casa, y papeles en blanco. Sin embargo, hay algunos escritos. Parecen… cartas.

Y el remitente está realmente enfadado.

“Idiota, como te atrevas a engañarme de nuevo te las verás conmigo, gilipollas. Este maldito cheque no sirve, no me vuelvas a intentar engañar, cabrón, o te juro que te mando para el otro lado a ti y a tu familia.”

Hay un papel adjunto a esta carta. Es un cheque de un banco, el mismo banco que lleva mi padre. Oh, ¿será por eso que me ha secuestrado este tal Juan Ruiz? ¿No es un nombre demasiado común?

Miro el cheque por todas partes, tratando de adivinar lo que pone detrás de las letras llenas de rotulador negro que pone en mayúsculas “SIN FONDOS”.

No hay mucho más, así que rebusco como puedo entre los demás papeles. Las cadenas son muy incómodas para esto, pero encuentro más y más facturas al mismo nombre que me hacen reforzar mi teoría.

Ahora mismo debe de estar pidiendo a mi padre dinero para pagar todas sus deudas. Pero si este tal Juan Ruiz se piensa que me voy a quedarme de brazos cruzados aquí encerrada mientras espero como damisela en apuros a que un tío me rescate, va listo.

Menos el gilipollas de mi padre, que solo es bueno para ordenar a sus empleados y para beber alcohol. Quizá el tal Juan logre el dinero, o quizá tan solo se lleve la decepción de su vida al saber lo poco que le importa a ese hombre su hija bastarda.

No sabe con quién se ha metido.

De una patada, aparto más cajas y encuentro un manojo de horquillas. Pese a que intento zafarme del candado con ellas, no lo logro. Entonces escucho voces, unos pasos y mucho ruido. Me escondo detrás de las cajas, y alcanzo a oír dos voces, la de una mujer y la de un hombre.

—¡Tú no puedes hacer esto, Juan!

—¡Carla, espera!

—¡No, tienes que soltar a esa chica! ¡Ahora!

Escucho el estruendo de una puerta abrirse, y agacho la cabeza. Intento agarrar algo, lo que sea, pero no puedo sostener nada firmemente entre mis manos atadas. Se me va a salir el corazón del pecho. 

Cojo un cristal roto que está en el suelo y espero, porque no puedo hacer nada más que eso.

Respiro profundamente mientras asomo la cabeza un poco, mirando a un hombre mayor y una mujer de la misma edad que él, bastante alterados.

—¡Muchacha, sal! ¡No te vamos a hacer daño!

No puedo creer nada. Nada de lo que me digan. Aprieto en mi mano el cristal, preparada para saltar en cuanto alguno de ellos se me acerque. No voy a permitir que nadie me haga daño, y menos que me usen como moneda de cambio.

Pero la que se acerca es una niña. De alguna manera que no logro aún entender, aparece una niña en frente mío. Está asustada, y también está atada. Le hago una seña para que se acerque a mí y la hago cubrirse con una manta que hay entre todas esas cosas.

Escucho que los pasos se acercan hacia nosotras, y veo los zapatos azules de la mujer en cuanto la tengo a mi alcance, la pateo y me levanto rápidamente, pasando mis brazos atados y apuntando con el cristal a su pecho.

—Como te acerques un solo paso más, esta mujer no lo cuenta —amenazo al hombre que está en frente mío—. Y ahora me dejas irme. A mí, y a la niña que tienes aquí.

—¿Niña…? —balbucea la mujer, y acerco más el cristal.

—¡Te callas!

—¡Vale, no la toques! —dice, y veo sus intenciones de querer agarrar algo para golpearme.

—¡Pon las manos sobre tu cabeza! —le grito, y obedece para que no dañe a su mujer.

Le indico a la niña que se levante y me siga mientras avanzo lentamente. Lo voy a lograr, vamos a salir ilesas de ese lugar…

Hasta que siento un golpe detrás de mí que me hace soltar el cristal y caer al suelo.

Entonces, todo lo que veo es, otra vez, oscuridad.

FELIZ AÑO NUEVO.

Para estrenar año, subo un nuevo relato del Origireto2019. Este sería el número 5: un relato acerca de una fuga. Los dos objetos son el candado y el cheque sin fondos.

Hasta otra!!