sábado, 22 de diciembre de 2018

#Origireto2018: Diciembre #1

Pinocho era un niño... no tan normal. Se podría decir que era un niño, pero no era como los demás.

No tenía huesos, y tampoco tenía sangre. A cambio de venas y arterias, tenía cables y circuitos. En vez de corazón, poseía un motor y cambiaba la piel suave y blanda de cualquier niño de ocho años por el frío y grisáceo acero inoxidable.

Era un niño muy inteligente. Podía hacer las matemáticas más enrevesadas antes que la calculadora más rápida, podía citar cualquier autor de cualquier fecha y decir sus obras antes de que Google siquiera mostrase los primeros cinco resultados de su búsqueda.

Era muy inteligente, pero no era nada raro que lo fuera, puesto que todos los niños de su tipo también lo eran. Sin embargo, y como ha sido dicho antes, Pinocho no era como los demás.

Los demás aprendían a configurar sus programas para poder aprender todo lo demás que aún les faltaba, y poco les importaba lo que les dijeran los demás. Hacían oídos sordos, si es que siquiera su sistema alcanzaba a escucharlos, y seguían a lo suyo.

Pinocho no. De alguna incomprensible manera, su sistema de audio siempre daba prioridad a aquellos comentarios de esa gente que les veía como armas. Gente que les tenía miedo. Gente que decía que no eran humanos, que no eran normales, y que su creación supondría la destrucción de su especie.
Pinocho no estaba muy seguro de por qué, pero cuando escuchaba aquello, sus sistemas caían y no podía trabajar como el resto. Y le costaba mucho hacer que se vuelvan a encender y trabajar.

Como esto le pasaba tan a menudo, sus creadores empezaron a pensar que era defectuoso. Pinocho trataba de explicar que tan solo sucedía cuando escuchaba los comentarios de la gente, pero ni siquiera prestaron atención a lo que tenía que decir. Después de todo, Pinocho no era el único en el laboratorio. Tenía veintinueve compañeros que estaban en perfectas condiciones.

Por tanto, cuando Pinocho escuchó que iban a apagarle, hizo lo que a sus sistemas de seguridad se le ocurrieron: salir del laboratorio.

Pero era algo casi prohibido para los de su tipo.



Había robots fuera, pero estos estaban ya entrenados y disciplinados, sin un solo defecto. Habían pasado innumerables pruebas para ser expuestos a la vía pública humana. Pinocho sabía que él, teniendo tantos fallos, su nivel de aptitud ni siquiera llegaba a la centésima.

Las probabilidades de que eso saliera mal eran del 99.98%, y Pinocho era consciente de ello. Pero el 0.02% restante se dividía en dejar que le apagasen y la mínima posibilidad de que saliera bien.
Como la única manera de que saliera ileso era ese 0.01%, a esa se aferró su sistema de seguridad.

Abriendo la puerta del laboratorio cuando daban las dos horas, cinco minutos y cincuenta y un segundos antes del mediodía, Pinocho salió a la calle Jacinto Verdaguer número 4. El laboratorio se encontraba en lo que antes era una antigua oficina de cartas físicas, que cerró hacía ya tres décadas, pero que antes había sido una gran empresa nacional llamada Correos.

Caminó cuesta abajo y giró ligeramente a la izquierda, encontrándose con una calle principal que su sistema de navegación le indicó que era Antonio López. Antes de esta había un parque para la diversión de los niños humanos y un supermercado en el que compraban los humanos sus suministros de energía.

Bajó hasta la calle principal y giró a la izquierda, en dirección a la glorieta del Marqués de Vadillo. No tenía un rumbo, por tanto se dejaba llevar por su sistema de navegación. En cuanto llegó a la rotonda, pasó el cruce donde había unos aerocoches esperando a que el semáforo se pusiera en verde, y pasó otro con cuidado de que ningún aerocoche saliera disparado hacia el túnel de rápida velocidad que tenía a su derecha.

Llegó al puente de Toledo que conectaba con la glorieta Pirámides, y pasó hasta llegar a un conducto que daba hacia un paseo y lo que antiguamente era un río llamado Manzanares, pero que ahora era un parque con un pequeño arroyo al que se podía acceder, una de las pocas zonas verdes que había en la capital de España.

Su sistema de navegación le guío hasta ese parque ubicado en el antiguo cauce del río, y se adentró en la frondosidad de la vegetación, mirando su reflejo metálico en el arroyo y pensando acerca de lo fácil que sería si tan solo no estuviera hecho de metal.

Su sistema de búsqueda se activó repentinamente, y el resultado de Google a la pregunta de "cómo hacerse humano si eres un robot" tan solo arrojaba artículos con palabras relacionadas, pero no con la respuesta, por lo cual no serviría de nada analizar los veintidos mil cuatrocientos veinticinco resultados que daba. Sabiendo que su respuesta era imposible al cien por ciento, buscó la manera de vivir en otro lugar diferente al suyo.

Claramente, le salían solo resultados de viaje a otros países, en los que su historia sería igual o incluso peor.

Entonces su sistema de visión acercó la visibilidad a un objeto extraño que se encontraba en el suelo, escondido en uno de los arbustos. Estiró su brazo mecánico para atraparlo, y su mano se cerró en torno a una figura.

Parecía ser un pájaro, dado que su sistema de calor detectaba que emanaba temperatura corporal, y cuando se acercó aquella figura para sí, la identificó como una pequeña muñeca muy bien diseñada.
Esta empezó a brillar con un color azul napoleón, y Pinocho intentó analizarla sin éxito.

Repentinamente, la muñeca pareció cobrar vida propia y empezó a dar vueltas de un lado al otro sin que Pinocho supiera qué ocurría. Una clase de polvo azul napoleón caía en el suelo y sobre él, y en el césped empezaban a brotar amapolas y margaritas, más propias de la estación primaveral que de la otoñal.

Los sistemas se volvieron locos ante el polvo no analizable de la muñeca.

—¿Quieres vivir en otro lugar? —preguntó una voz, supuso que de la muñeca.

Tendría que empezar a llamarla de otra manera, porque las muñecas no volaban ni hablaban a menos que fueran robotizadas, y esa no lo estaba.

—Sí —respondió con el adverbio más cercano.

La muñeca se detuvo en frente suyo y sonrió.

Los sistemas de Pinocho la calificaron como peligrosa.

—¡Deseo concedido!

Entonces, Pinocho desapareció.

HOLAAAAA

Como por exámenes no pude hacer Noviembre, vengo con Diciembre :3

Este sería el reto número 11 "Usa una historia conocida para cambiar la época en la que sucede y adaptarla." asi que AQUI ESTÁ.

He elegido Pinocho y bueno, como es otra época (futurista) pues la he adaptado y en vez de estar hecho de madera está hecho de acero y con mil funciones chulas JAJAJA

Y la hada me la he sacado de la mangah. Si no lo habéis notado, está ubicado en Madrid (más future) porque no se me ocurría NADA para las calles. De hecho está por mi zona, por eso lo describo tan bien JAJAJA

Links!!! 

http://plumakatty.blogspot.com.es/2017/12/origireto-creativo-2018-juguemos.html

http://nosoyadictaaloslibros.blogspot.com/2017/12/reto-de-escritura-2018-origireto.html

Hasta otra!! 

1 comentario:

  1. Muy buenas Ran.
    Sí, habíamos notado que está ambientado en Madrid. Jajaja y bueno me he acordado de cuando fuimos a escribir por ahí, no te voy a mentir xD.
    El hada sí la has sacado un poco de la manga pero para algo hay que ser creativos en este reto no?
    El objetivo está guay así que nada más que añadir, salvo un detalle en esta frase se hace muy repetitivo el "demás": "Los demás aprendían a configurar sus programas para poder aprender todo lo demás que aún les faltaba, y poco les importaba lo que les dijeran los demás."
    Y también, esta otra frase "Y le costaba mucho hacer que se vuelvan a encender y trabajar." cambiaría el "vuelvan" por "volvieran".
    Voy corriendo a ver dónde le ha mandado el hada-inventada xD

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