Cuando Jasmine volvió a Agrabah, no vio nada fuera de lo
común. El reino seguía igual que a cuando se había marchado, meses atrás. Se notaba
que Aladdin estaba haciendo un gran trabajo durante su ausencia, dado que habían
acordado que sería ella quien gobernaría pese a que se había casado con él.
Era
lógico teniendo en cuenta de que Aladdin no sabía absolutamente nada de eso, y
de hecho disfrutaba más de andar por las calles y con la gente que enclaustrado
dentro de un palacio, y Jasmine sostenía que sus derechos seguían siendo suyos
pese a su matrimonio, y nadie sabía mejor que ella lo que se tenía que hacer en
cuestiones de política.
Por tanto, Jasmine se había dedicado a enseñarle lo más básico
acerca de la política a Aladdin, quien había resultado sorprendentemente rápido
en cuestiones de aprendizaje. Además, teniendo en cuenta que él había vivido
toda su vida en las calles, sabía mucho más del reino que una princesa cuya
vida había sido dentro de unos muros de oro. Dado que ninguno quería que nadie
pasase las desgracias que Aladdin había tenido que contemplar día tras día
desde su niñez, decidieron implementar políticas de ayuda a los más
necesitados, para que no necesitasen robar para sobrevivir y pudieran tener una
vida decente y con posibilidad de ver un futuro más allá de la pobreza.
Vio que se había aplicado bastante bien, puesto que ya no veía
niños con rostros pálidos y hambrientos como los que solía ver en los desfiles
que de vez en cuando se hacían. Decidió dar un paseo por el reino, envuelta en ropas
que nada tenían que ver con las que se ponía en palacio y con Alfombra actuando
como capa. Sonreía a los comerciantes, los cuales hasta se le hacían raros de
ver después de haber visto diferentes tipos de mercaderes durante su travesía.
Compró con el dinero que tenía unas manzanas, que estaba
segura que encantarían a Abu, y emprendió el camino al palacio, algo lento al
detenerse entre los diferentes puestos de los comerciantes. Para cuando llegó
al castillo, debió estar tan cambiada que los guardias de la puerta ni siquiera
le permitió el paso.
—¿Puede identificarse? —preguntó una de los dos.
—Soy la prin… Sultana, Jasmine —dijo, y Alfombra se apartó
para que la reconociesen.
—Claro, y yo soy emperador —rio el otro guardia—. Si no
tiene ningún certificado que pueda justificar su entrada, no puede entrar.
—Les estoy diciendo que no necesito nada de eso porque aquí
es donde he crecido. Incluso tengo a Alfombra a mi lado —suspiró, sin saber muy
bien cómo haría para abrirse camino.
—Entonces no le importará respondernos algunas preguntas —dijo
la mujer, y Jasmine se cruzó de brazos y sonrió.
—Por supuesto, todas las que quieran.
—Muy bien —habló el otro guardia—. ¿Hace cuánto partió la sultana?
—Tres meses y cinco días. Podría contar las horas, pero tendría
que ponerme a pensar.
Los guardas se miraron entre sí.
—¿Cómo se llama la mascota del sultán? —preguntó la guardia.
—¿Se refiere a Abu? Aquí traigo unas manzanas para él, le
encantarán. —Dijo, y alzó la bolsa con las manzanas que traía—. Pero Aladdin
prefiere que se refieran a Abu como su compañero.
—¿Cuál es la canción favorita de la sultana? —volvió a
preguntar.
—No tengo ninguna en específico, me encantan todas, pero si
tuviese que decidir, sería Luz de luna.
—¿Y su comida preferida? —preguntó el otro.
—La pregunta sería difícil para Aladdin, no para mí —rio—.
Sin duda, el Fatta.
Los guardias parecieron convencidos con sus respuestas, pero
por asegurarse, la hicieron esperar en la puerta mientras iban por Aladdin y su
padre. Para cuando ambos la vieron y corrieron hacia ella, no les cupo duda de
que en verdad era quien decía ser.
—Lo lamentamos, su majestad —se disculpó la mujer, haciendo
una reverencia. Su compañero la imitó—. No la hemos reconocido.
Jasmine rio y agitó una mano en señal de despreocupación.
—Es natural, teniendo en cuenta que me he cortado el pelo —sonrió—.
Me alegra, sin embargo, tener guardias tan buenos en mis puertas.
Ambos sonrieron ante sus palabras, y entonces tuvo que atender
a las preguntas de los dos hombres que tanto parecían haber esperado ese momento.
Jasmine pensó que Genio tendría que intervenir si no le soltaban para que
pudiese respirar.
—Papá… Aladdin… Podéis soltarme, no me voy a desvanecer…
Los dos rieron y se separaron de ella. Entonces, empezaron a
acribillarla a preguntas que Jasmine tuvo que detener con un grito porque se
sobreponían y no entendía nada.
—Si me las decís una por una, mejor, ¿sabéis? —puso las
manos en las caderas.
—¿Cómo te ha ido? ¿Estás bien? ¿Has logrado ver el mar? —preguntó
su padre, y ella sonrió.
—Me ha ido genial, estoy fenomenal y el mar… ¡Es tan bonito!
—se emocionó—. Ya entiendo por qué mamá quería con tantas ganas ir. Le hubiera
encantado.
—Tienes que contarme todos los detalles —añadió Aladdin—.
¿Hay mucha gente diferente? ¿Cómo es la comida? ¿Hace más frío o más calor que
en Agrabah?
—Te sorprendería la diferencia entre la gente —rio—. Genio
te lo podría mostrar mejor que yo. ¡La comida estaba muy buena! Pero no podía
traer nada más que unas frutas que pudiesen resistir el viaje —señaló su bolsa—.
Y aquí he comprado unas cuantas manzanas para Abu —el mono se acercó a ella en
cuanto escuchó su nombre—. ¡Y hace frío! Aunque tenía a Alfombra para taparme.
La aludida hizo un movimiento de afirmación, y todos rieron.
El júbilo de la vuelta de la sultana se podía ver en todo palacio, e incluso en
todo el reino, puesto que Jasmine era una monarca muy apreciada por su pueblo,
como ella pensaba que debiera de ser. Porque, si el pueblo estaba feliz, todo
sería más fácil.
De camino al interior del palacio, ya en el marco que
separaba el exterior del interior, miró al cielo una última vez con una sonrisa
cálida como el sol que cubría su reino.
No había nada mejor que estar de vuelta a casa.
Gentecilla!!
AVALAAAAAAANCHAA
Este sería el de Octubre 2! Se correspondería con el de "haz un interogatorio de 10 preguntas al personaje que quieras" y bueno, está con relacionado con el primero!