En cuanto salgo de casa, con mi chaqueta de cuero negro oliendo al dichoso suavizante que mi madre se empeñan siempre en usar —y que es tan profundo que no lo soporto—, me pongo mis queridos auriculares Bluetooth azules, y le doy al play.
"It's my life" empieza a sonar, y eso me pone de buen humor, así que empiezo a andar al ritmo de la música con una gran sonrisa.
Durante tres minutos y cuarenta y siete segundos soy feliz mientras camino por la calle. Como hace frío, meto una mano en el bolsillo, pero con la otra muevo el móvil como púa de guitarra y finjo cantar la canción.
«It's my life, it's now or never, I ain't gonna live forever...»
Me detengo en un paso de cebra, golpeando el suelo al ritmo de la música, y cuando se pone en verde, doy el primer paso para cruzar, pero un gilipollas con prisa casi me atropella, así que tengo que detenerme y tragarme todo el humo de su moto.
—¡El semáforo, gilipollas! —le grito, aunque ya está lejos para escucharme.
Ala, ya me he puesto de mal humor. Suspiro mientras sigo cruzando, y para cuando llego a la acera, la canción ha acabado y ha empezado a sonar otra.
«Loving can hurt, loving can hurt sometimes. But it's the only thing that I know... When it...»
Decido que «Photograph», Ed Sheeran y su romanticismo no van a ponerme de buen humor, así que, con con el botón de los auriculares, paso canciones hasta que doy con Imagine Dragons, y dejo que su música me alegre el día de nuevo.
Mientras "Polaroid" suena, paso frente a un kebab. Y es muy mala idea haber cogido ese camino, porque el olor a pollo y cordero asado me da en toda la cara y me provoca un nudo en la garganta por las repentinas ganas que me han dado de un durum mixto, calentito, con sus salsas... Joder, ¿hace cuánto no como uno? ¿Un mes?
«Oh, love is a Polaroid, oh, better in picture, never can fill the void...»
Bien, mejor cambiemos de pensamiento o me moriré de hambre. Acelero un poco el paso para que el olor se vaya, pero entonces el aroma a churros y patatas me da otra bofetada, y mi estómago empieza a rugir.
Venga ya, en serio, el tío ese no tenía otro lugar para poner su puesto, ¿no?
Arrugo la nariz mientras vuelvo a acelerar el paso, ya con 5 Seconds of Summer en mis oídos. Ojalá ir a un concierto de este grupo, de verdad, necesito escuchar "Lie to me" en directo por lo menos una vez en la vida.
«I know that you don't but if I ask you if you love me, hope you lie, lie, lie, lie, lie to me...»
Paso frente a la iglesia, de la cual sale un fuerte olor a incienso. Aunque estoy en la calle, es tan profundo que me hace toser. No sé la manía que tienen con el incienso, joder, que hasta mi madre lo pone en casa desde que... tengo memoria. ¿No existen para eso los ambientadores? En serio, que se actualicen, que para algo sirve la evolución.
Ruedo los ojos y sigo caminando, pasando por delante del estanco del barrio. El único en cinco cuadras, en verdad, y de él sale un señor, que rondará los treinta, encendiendo el cigarro.
«Hope you lie, lie, lie lie, lie to me»
No le daría más importancia, y seguiría silbando tan tranquilamente las notas finales de la, obviamente, mejor canción de este grupo, si no fuera porque el tío se pone delante de mí y el viento me trae todo el humo a la cara.
Qué asco por favor.
Como estamos en la calle, no puedo decirle nada, así que le rebaso y me adelanto, mientras la canción cambia a una de Simple Plan.
Cuando está por la mitad, y me encuentro casi dando saltos por la canción y lo animada que es, entro en la cafetería y, mientras busco un sitio libre, el olor a café es lo primero que entra en mi nariz, mezclado con el del chocolate caliente, que hace que me relama los labios.
«I’ve got a song in my heart and I’m bulletproof. There’s nothing in the world that’s gonna kill this mood»
Me siento y le pido a la camarera un chocolate caliente y un trozo de tarta de queso con mermelada encima, tras vacilar entre esta tarta y una de tres chocolates.
Entonces, un aroma a vainilla parece inundar todo el lugar. Intento identificar el olor, y acabo asociándolo a una elegante mujer que se echa colonia en las muñecas, aunque en mi opinión se ha echado ya demasiada, dado que el olor llega hasta mí estando en el lado opuesto de la sala.
Tengo que esperar a Verónica para ir al club de música, ella es la que trae mi guitarra y aún le va a llevar un rato llegar, según me indica el reloj. Asi que decido sacar el libro que ayer compré en la Casa del Libro, pero mi mano toca algo pastoso, pegajoso.
Cuando la saco del bolso, me encuentro que estoy pegada con una antigua foto mía y de Verónica y que estoy manchada con una especie de plastilina negra que me extraña.
Entonces me la acerco a la nariz, intentando identificar qué es, descubro que huele igual al chocolate que está sobre la mesa.
Claro, ayer compré una chocolatina para mi hermano, la cual nunca se terminó de comer y me hizo guardar.
«No matter what life wants to throw my way... I’ll be singing...»
Suspiro con cierta resignación, pero, en ese momento, un terrible miedo se apodera de mí, y, desesperada, vuelvo a meter las manos en el bolso.
Mi presentimiento se confirma y me dan ganas de llorar mientras la canción se termina.
«I'll be singing in the rain»
Mi precioso libro nuevo está hecho un desastre.
¡Hola! Si habéis llegado hasta aquí es que habéis leído todo el relato, es decir, más de 1000 palabras. ¡Enhorabuena!
Bueno, es el reto 3: un relato en el que la música tenga un gran protagonismo. ¡Y aquí está! Con los objetos ocultos: número 10: Polaroid y número 23: Instrumento musical (guitarra)
¡Espero que os haya gustado!
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